lunes, 24 de noviembre de 2008

La impronta humana

Con cierto temblor, el caballero arrojó todo su peso contra la vieja puerta oxidada. Había atravesado numerosas dependencias del torreón hasta llegar a este último obstáculo en una búsqueda que había durado desde que él era capaz de recordar. Detrás de esa puerta, le dijo la voz que le acompañaba (y que no sabía si procedía de fuera o de dentro de él), se encuentran muchas de las respuestas que había estado buscando: quién era, cuál era su historia, qué puntos fuertes y débiles contenía el cuerpo en el que se encontraba y cuál podría ser su futuro. También había aprendido de esa voz que antes de poder encontrar respuestas a esas preguntas tendría que superar algún obstáculo situado más allá de la puerta. Cuando se enfrentara a ese obstáculo, uno de sus poderes se vería puesto a prueba hasta el máximo.

Se quedó muy sorprendido cuando la puerta se abrió fácilmente, revelando una cámara gigantesca y poco iluminada. Se trataba de una biblioteca, conteniendo legajos almacenados en estantes, que se extendían hacia el fondo, más allá de lo que su vista era capaz de alcanzar. Cerca había una mesa y sobre ella un trozo de papel y un lote de velas, una de ellas ya encendida. Junto a la biblioteca había una sala de menores dimensiones. En su interior una cama recién hecha y toda una serie de cajas llenas de alimentos en conserva, suficientes para mantener a un ser humano durante un plazo de tiempo indefinido.

Un sentimiento de inquietud y temor hizo al caballero volver a la biblioteca. Elevó cautelosamente su espada y su escudo y buscó durante algún tiempo entre las numerosas filas de estantes. No apareció ningún dragón ni monstruo semejante. Finalmente, tomó uno de los legajos y lo llevó hasta la mesa. Ni en la parte externa del legajo ni en los estantes había ninguna marca o señal que guiase su elección. Cuando lo abrió, descubrió que contenía caracteres para él desconocidos. No obstante, el papel contenía un esquema que le permitió traducirlos a su propio idioma. Desgraciadamente, el mensaje carecía de sentido. Estaba lleno de términos que no era capaz de entender con referencias a otros legajos de los que no se daba localización.

El caballero gritó con ira: - ¿Dónde están las respuestas que se me prometieron?

- En los legajos, por supuesto - le respondió la voz casi de inmediato.

- Pero entonces, ¿qué legajo debo leer? - preguntó el caballero desesperado.

- Todos ellos, todos ellos - fue la respuesta.

Entonces el caballero se dio cuenta de golpe de que la cualidad que se iba a ver sometida a prueba no era ni su rapidez ni su valentía, sino su paciencia.

Contempló de nuevo la inmensa sala anhelando poder enfrentarse a un dragón. La única respuesta fue un silencio intemporal. Con un profundo suspiro se quitó la armadura, la dejó en una esquina junto a sus armas y, tras sentarse lo más cómodamente que pudo, comenzó a descifrar el primer legajo.

El caballero nos representa a nosotros: a los seres humanos actualmente vivos y a los que han vivido hasta ahora. Su ignorancia es la nuestra...
ROBERT SAPHIRO "La impronta humana"

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